lunes, 5 de enero de 2009

Como haces siempre

No abro los ojos, suelo tenerlos un rato cerrados antes de despertar y ver donde estoy. Cuando los abrí lo primero que vi fue su espalda. Yo estaba hecha un ovillo y las mantas estaban desperdigadas todas hechas un churro por el suelo. Que frió hace .. – Pensaba – Levaba puesta tu camisa blanca de fondo de armario, pero mal abrochada. Me gire para el otro lado y bostecé.


Vi encima de la mesilla de noche una botella de .. A si, de Larios, y pensé, que necesitaba un café bien largo con un poco de leche. Me desperece y me senté con las piernas cruzadas como los indios encima de la cama. Estaba mirándote .. ¿Por qué siempre dormirá con las dos manos bajo la almohada? Que rico está así .. Reconocí el tiempo y el espacio. Eran las 11:55. Estábamos en la habitación de siempre en el hotel de siempre. No era una maravilla pero se estaba tan calentito; el clima no era ni de demasiado frió, ni de demasiada calor. Pero era invierno y la calefacción y la moqueta invitaban a no salir de la habitación. Te di un beso en la mejilla y te dije bajito: “Voy a desayunar”. Ni te moviste siquiera.


Me levanté y fui hacia el mueble de la tele a llamar por teléfono a recepción. Pedí dos cafés como a mí mas me gustaban. Me dijeron que no había ningún problema, que en menos de 10 minutos los tendría. Miré por la ventana. Ese paisaje que me encantaba y que no encontraba en un pueblo con mar. Las vistas no eran esplendidas, pero la habitación en la que estábamos era la de el último piso y desde veía todo el pueblecito de maravilla. Las casas con los tejados triangulares, con todas esas tejas desgastadas .. Precioso. Tocaron a la puerta. Era el recepcionista, un hombre bastante mayor, tenía el pelo todo canoso, con un carrito de esos donde traen unos desayunos de ensueño en las películas, pero, en el nuestro solo estaban los cafés y la cuenta. Lo entre todo y en hombre se marchó con su carro. Deje tu café entre la televisión y el teléfono, y me senté en el borde de la cama con el mío, estaba aun calentito, lo abrace entre mis manos.


Note como te levantabas de la cama pero no me quise girar. Sin mencionar palabra te sentaste a mi lado. Nos miramos y me recogiste el pelo por detrás de la oreja como haces siempre. Me diste un beso en la mejilla. “Buenos días” – Dijiste - . Y yo, sonreí de la misma estúpida forma que siempre.