miércoles, 12 de marzo de 2014

Nuevoantiguo

El surfista espera a la ola. 

Espera en silencio, avistando el horizonte.

Desea con fuerza que aparezca, pero impotente e inquieto pues los demás surfistas (para él, competencia) también aguardan a que el mar, en un cambio constante, por capricho del viento, cambie, y se embravezca. El agua le inunda hasta las rodillas, atento, hay que estar muy atento. Podría ser grande, enorme. Podría ser perfecta para cabalgarla, hasta podría ser la ola de su vida, la que recuerde siempre, por implacable o por bella. 




Las oportunidades se presentan, pero tienes que estar ahí, dispuesta siempre para subirte a ellas.