No sé si alguna vez os he dicho que yo también soy de las que pienso que no gozas de las victorias si no has vivido en tus carnes la dura y ruda derrota. Hace falta que te digan que no, que te denieguen proyectos y te rechacen mil veces para marcarte objetivos y acabar convirtiéndolos en desafíos, escalar descalza, desnuda y desprotegida, consiguiendo alcanzar la cima a trompicones y sintiéndote grande allí arriba.