martes, 7 de febrero de 2012

Hamor


Al rato de estar sentado empecé a aburrirme. Me levanté, me alejé unos pasos y me puse a bailar claquet para pasar el rato. Lo hacía sólo por divertirme un poco. No tengo ni idea de claquet, pero en los lavabos había un suelo de piedra que ni pintado para eso, así que me puse a imitar a uno de esos que salen en las películas musicales. Odio el cine con verdadera pasión, pero me encanta imitar a los artistas. 

Stradlater me miraba a través del espejo mientras se afeitaba y yo lo único que necesito es público. Soy un exhibicionista nato.

- Soy el hijo del gobernador -le dije mientras zapateaba como un loco por todo el cuarto- Mi padre no quiere que me dedique a bailar. Quiere que vaya a Oxford. Pero yo llevo el baile en la sangre.


Stradlater se rió. Tenía un sentido del humor bastante pasable.

- El primer bailarín no puede salir a escena. Tiene una curda monumental. ¿A quién llaman para reemplazarle? -me estaba quedando casi sin aliento, no podía ni respirar- ¡A mí, al hijo del gobernador!

- De dónde has sacado eso? -dijo Stradlater-
Se refería a mi gorra de caza. Hasta entonces no se había dado cuenta de que la llevaba.